Entre mis pies




La luciérnaga duerme entre mis pies
si acaricia el tomillo las pálidas arcadas,
las ojivas de los dedos
y el erguido arbotante del empeine.


La tibia luz,
la suavidad del aire
y del aroma
comprometen la raíz sobre la que se eleva
la arquitectura que besa tu rama.






Laura Gómez Recas

Escribir por el placer de contar. Asociación Arganini






Viernes 27 de mayo. En la Eugenio Trías. Madrid en plena Feria del Libro y David González y Mickey Mondéjar presentando sus libros.

Ellos escriben por eso, por el placer de contar. Sin más. Ni menos.

Estaremos encantados de que les acompañéis.

Acto de la Asociación Argadini que dirige Rebeca Barrón y presentado por Sebastián Galán.

Álora, la bien cercada. XXV aniversario



La revista Álora, la bien cercada, conmemora su XXV aniversario con un número especial.

Se presenta en Madrid el miércoles 4 de mayo de 2016, en la sede de la SGAE.

Tengo la suerte de tener un poema impreso en sus páginas. Mi gratitud a Isabel Miguel, directora editorial de la revista, y al alma mater de la misma, José María Lopera.







Clarísima conciencia

Difuminado el ruido de la sangre
entre la polvareda de los pasos
siento el humor espeso de la muerte
y el radical motivo de las armas
de aquellos que esparcieron el color del desierto
sobre la piel y el tiempo de mis hijos.

Sólo silencio acuno entre mis brazos.
Investida en mutismo me consumo
sobre el predio intocable de lo injusto
y concierto una cita con los dioses:
que laman la salmuera que amamanta mis ojos
y me expliquen sus guerras clandestinas.


Ya no quiero entender por qué la llaga.
Soy mujer, de mujer yo fui parida
y el útero salobre de esta guerra
me ha donado el silencio de mis hijos.
Clarísima conciencia. Me basta la mirada
para deciros basta y ver el cielo.


Laura Gómez Recas

Escribir







Escribir es acto que entrega y abandona la mente
al impecable mutismo del papel,
antes,
          madera,
                       antes,
                                  árbol,
                                             antes,
                                                        luz
                                                              sobre la hoja.





Laura Gómez Recas
(Llámame azul, 2012)
Fotografía: Laura G. Recas

Soneto



Fotografía: Laura G. Recas
2012

Eres ángel que sobre mi escenario
deshila del plumaje blancos besos;
sobre ellos arrodillo mis sucesos
y mullo mi sonrisa en solitario.

Eres el ser amado que perfuma
con el vapor de nube mi tarima,
mi danza, de la música mi rima
y mi perfil cubierto por la espuma.

Fractura la tramoya el alfabeto
que rehén de tu verbo abre el proscenio
y acaricia la orquesta y mi mejilla.

Cada nota por mí vuela un secreto,
un críptico mensaje del ingenio
que duerme en las butacas de mi orilla.

Publicado en el libro colectivo

Con clave de Fa aún mayor, 2015
Laura Gómez Recas

Concierto homenaje a Las Sinsombrero. Paco Damas


Miércoles, 16 de marzo de 2016. En el Centro Cultural Moncloa, concierto homenaje a "Las sinsombrero", mujeres de la Generación del 27.
19 horas
Entrada gratuita

Un  poema de Concha Méndez:

Ni me entiendo ni me entienden;
ni me sirve alma ni sangre;
lo que veo con mis ojos
no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,
hasta la luz, hasta el aire,
porque ni acierto a mirarla;
ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra
donde la luz se deshace,
temo también deshacerme
y entre la sombra quedarme
confundida para siempre
en ese misterio grande.

Concha Méndez
poeta e impresora (1898-1986)

1898-1926
Nace el 27 de julio de 1898 en Madrid. Estudia en el colegio francés Santa Genoveva. Ingresa en el Centro de Estudios Históricos para obtener el título de maestra de español. Conoce a Luis Buñuel en San Sebastián e inician un prolongado noviazgo durante los años en que él se alojó en la Residencia de Estudiantes hasta su marcha a París en 1925. Tras su partida, entabla amistad con Federico García Lorca, Rafael Alberti y Maruja Mallo, que la introdujeron en los círculos artísticos e intelectuales de aquellos años. 
1927-1931
Entra a formar parte del Liceo Club Femenino de Madrid que preside María de Maeztu. Publica sus primeras colecciones de poesía  Inquietudes y Surtidor. Se rueda en Sevilla  Historia de un taxi  a partir de un guión suyo. Tras un primer viaje a Inglaterra, se traslada a Buenos Aires donde entabla amistad con Norah Borges, Consuelo Berges, Alfonso Reyes y Guillermo de Torre, entre otros. Publica su tercera colección de poesía Canciones de mar y tierra y colabora en la prensa argentina en la revista Síntesis y en el diario La Nación. Regresa a Madrid en 1931, donde publica dos obras teatrales: El ángel cartero, una obra para niños, y El personaje presentido, una pieza de corte vanguardista.
1932-1944
Se casa con Manuel Altolaguirre en 1932 e inician su trayectoria en común en Madrid, Londres, La Habana y Ciudad de México.
Véase Soledades juntas. Manuel Altolaguirre y Concha Méndez (1932-1944)
1944-1951
Tras su ruptura matrimonial, publica  Poemas. Sombras y sueños, la colección Villancicos y El solitario (tercera parte de su trilogía teatral), que son patrocinados por la revista Rueca, tribuna de un grupo de escritoras mexicanas encabezado por Carmen Toscana. Colabora con la revista Las Españas.
1952-1986
Se instala junto a su hija y yerno en su nueva casa de Coyoacán, donde conserva y amplía el archivo familiar. Publica dos nuevos poemarios: Vida o río y Entre el soñar y el vivir, y su Antología poética. En 1953 acoge a Luis Cernuda en su casa, quien se aloja allí hasta su muerte en 1963. Realiza una grabación de su recital de poesía en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1979. Escribe sus memorias ayudada por su nieta Paloma Ulacia, y termina su última colección poética Con el alma en vilo. Muere el 28 de diciembre de 1986 en su casa de Coyoacán.
1990
Se publica póstumamente su libro de memorias  Concha Méndez. Memorias habladas, memorias armadas.

Biografía publicada en Residencia de Estudiantes-CSIC


Reseña: "Zonas" de Antonio José Royuela


En la revista literaria La Galla Ciencia, reseño el libro Zonas, de Antonio José Royuela, editado por Lastura Ediciones en 2014.

Prólogo de Lluïsa Lladó.

El enlace al texto aquí


Antonio José Royuela nació en Córdoba y es diplomado en Ciencias de la Educación y licenciado en Psicopedagogía. Inició la aventura de publicar en el año 2008 con el poemario Desajustes. En 2011 publicó su segundo poemario, La Mente del Mono. Ha sido incluido en numerosas antologías y colabora en revistas literarias como “Zoque” o “Dos orillas”. Además, ha sido finalista y ha obtenido distintos premios en numerosos concursos literarios tanto en el terreno de la micronarrativa como en el poético. Sus últimas publicaciones han sido el poemario Zonas (2015) y el libro digital de microrrelatos Resiliencia.



Laura Gómez Recas

Reseña: "Un juego de llaves", de José Antonio Conde


En la revista digital literaria La Galla Ciencia, reseño el libro Un juego de llaves, de José Antonio Conde, una edición de 2014 de Libros del innombrable.

Prólogo de Fernando Sanmartín




José Antonio Conde

José Antonio Conde Lafuente es poeta y artista plástico. Nació en Sierra de Luna (Zaragoza) en 1961. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La vigilia del mármol (2003), Entre paréntesis (2004), Exilios (2007), La diferencia que cubre la trampa, Premio Cálamo de Poesía Erótica (2008), El ángulo y la llaga (2009). Poemas suyos han sido traducidos al catalán, francés e inglés. Así mismo ha escrito textos para catálogos de arte.
Además de su trayectoria en el mundo literario, ha desarrollado también su obra dentro de las artes plásticas y ha llevado a cabo exposiciones tanto individuales como colectivas en Zaragoza, Huesca, Teruel y Barcelona.


Laura Gómez Recas

Laura Gómez, usuaria de los sueños. Por Fernando Aínsa

“Mirar es amor”, decía el poeta turco Ilhan Berk, y la mirada que despliega a su alrededor Laura Gómez Recas, está pletórica de un amor que derrama “a sangre abierta”, al decir de Ángel Guinda, en dos libros de poesía Llámame azul (Quadrivium, 2012) y en Huella de un caz (Lastura, 2014), con los que afirma una voz original exultante y comunicativa que mantiene, pese a todo, un deliberado control de sus emociones. Poesía rigurosa, atenida al “principio ordenador” del que hablaba Valery, sujeta las riendas de un estilo ceñido a la máxima que “toda poesía no es sino servidumbre” (María Zambrano), servidumbre que es —en su caso— modesta reverencia ante el objeto de su culto.

La soledad de cada uno


Ese rigor, tras el cual se adivina una cultura nutrida de buenas y bien asimiladas lecturas, la conduce a la certeza de que el poema es algo autónomo, tiene vida propia y las palabras lo son todo. Laura Gómez sigue su propio instinto, busca en la palabra el ser liberado, más allá de toda función descriptiva, porque escribir es el fruto de una labor interior y secreta. Sabe con Seferis que “la finalidad del poeta no es describir objetos, sino crearlo al nombrarlos”. Sus poemas no están hecho de sentimientos, sino de palabras que expresan algo que no podría decirse de otra manera en un lenguaje ajeno a cualquier filiación, que vale la pena aprender para domesticarlo y hacerlo suyo.

La poeta no se excede ni se abandona a un fácil y sensiblero lirismo, no es soñadora, sino, por el contrario, “usuaria de los sueños”, empeñada en sacar a la luz esa parte intangible que hay en la soledad de cada uno, y que nadie debería avasallar nunca. La poeta no busca, sino que encuentra porque sabe –con Auden– que “un poema no debe significar, sino ser”, ya que no tiene porque expresar absolutamente nada, ya que un poema –fundamentalmente– es. Se percibe en esta poesía que ha sido escrita en horas desgarradas, refleja la lucha en busca de su estilo, un deseo de liberarse de un malestar agudo mas que un intento de comunicarse.

El insano contenido de los fondos


Sin embargo esa mirada de amor no es complaciente. Laura extraña en sí misma “lo umbrío, la humedad, el insano contenido de los fondos, el lodo que se asienta bajo el puerto” (“El tétrico cariz”), intenta desasirse “del cenagal que engulle mis raíces/ del exterminio y de la tala” (“Mísera línea blanca”). Es una mirada que refleja una impotencia, la de reconocer que llega tarde a este funeral (“llego sin luto”), en la que la “guadaña hambrienta” poda amante de lo amado. Sus versos acarrean materiales extraídos de lo más profundo de un ser que no se complace en sí misma, limo existencial gracias al que puede yacer “entre las algas/ que acunan las corrientes”, envuelta en el recuerdo del amado, esperando “amante, el beso de tu muerte” (“Safo”).

En su intenso viaje por un paisaje desolado obedece a una voz interior que nadie escucha. “Presiento un destierro boca adentro/ como si una soledad/ se hiciera fuerte en mis costillas/ y el mundo entero disparara al corazón” (“Dispersa la apariencia). El abismo del que emerge Laura es explorable, porque está en su propio ser, intentando reconciliar “la verdad con el misterio” (Leopardi), sabiendo que la poesía no es racional, ya que tiende a descubrir la verdad más allá de los límites de la razón. Poesía que en definitiva es dádiva, fruto de “un momento de gracia” (Ungaretti).
“Mirar es amor” —en efecto— aunque el resultado sea insatisfactorio. “No me acabes,/ Todavía no estoy satisfecha”, nos dice en “De su ausencia” donde confiesa “toda mi sangre estalla o hierve, /relata mi vida entre tus brazos”. La poeta descubre en sí misma la cruel soledad de cuando se ama, necesita esclarecer lo que tiene de más desconocido en su interior, lo más secreto, lo más oculto, lo más único, lo indecible que hay que decir. Sabe que la poesía es una ausencia, una carencia en el corazón, vacío que hay que llenar, intersección de dos planos cuyo filo es cruelmente acerado donde se cruza el deseo y la realidad.

La poesía de los poetas


Dueña de hermosas metáforas como “Su pecho, manjar de hombre/ y despensa de su estirpe”, la poeta nos ofrece en el “Soneto de la cosedura” (a mi juicio uno de los mejores poemas de Huella de un caz ) los “lugares santos” de su universo privado donde “dedos presurosos de ternura” hilvanan en los “bastidores” del amado los hilos y la “aguja de mi sed y mi amargura”, para “hacer arder tu telar, de luz, caliente”. Lo hace, sin embargo, con “calma queda”.

La poesía de Laura Gómez Recas es “la poesía de los poetas” que Bécquer definía como “poesía natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye; desnuda de artificio”, acorde que se “se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso”.

Fernando Aínsa
Oliete, 17 de agosto 2015