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Gris de mi ser que me persigue


Daría mi sombra,
gris de mi ser que me persigue,
por espirar el duelo
y arañar la estela del naufragio.

Todo síntoma que recorro
me conduce al centro
que en mí escarbo.
Toda calentura que palpo
orienta a la certeza
el sentido inconcluso de mis dedos.

Verdades abiertas de la herida
y pupilas amantes de la sangre
que exigen atravesarme en la tormenta.
Vendavales llenos de mañanas
que recorren mi valle,
garganta abajo...
hasta el vientre...
hasta más allá de lo punible.

Siena.
Es el color de la víscera
que apuntala mi cuerpo.
Porque de tierra es el crisol
en donde arraigo,
sin más habitabilidad
que el barro simple del que libo.
Tierra.
Mineral nostálgico del abrazo
para yacer, honrar y laborar
cada vez que el oxígeno me invade
y aquilata la arqueta del amor.

Daría mi sombra,
gris de mi ser que me persigue,
por endulzar la boca
y anudar un señuelo a la sonrisa.

©"Desiserátum", Laura G. Recas
Acuarela: "Paisaje", Laura G. Recas

Desinencia


Cuando se mermó la espuma
no supieron leer los posos
que habían gravitado bajo ella
y desnudaron la garganta
como tántalos
para serenar las corrientes
que en el recipiente de sus venas
chocaban con las paredes.

No hubo respuesta.
Todos los verbos coincidieron
en conjugación subjuntiva,
sin más porvenir
que el mosto de la uva
en vidrio incapaz de ennoblecer.

Un caleidoscopio, la alcoba,
donde encontrar simetría
en la batalla que desollaba
la sábana de los cuerpos
privados del plural...
volteados en la negrura
de un silencio
enfermo de aniversarios.

©"Desiderátum", Laura G. Recas
Fotografía: "Nubes de Júpiter", de Galileo Project, JPL; NASA

Sin puntos suspensivos



Dices que mermo tus celdas habitables
cada vez que mis palabras se alzan e impacientan
y que el día es un camino irresoluble,
interrogante abierto sin puntos suspensivos.
Entre el azul comatoso de la alcoba
y el cobalto del verbo que está ausente,
se enredan como bucles nuestros dedos
y no encuentran el cuerpo que hay al lado.

Horas de rémora en el topacio de los sueños,
irrecuperables por la solidez de nuestros labios,
se han ido apalancando entre las sábanas
y engendran una prole adherida a la pared.

Ya no encuentras el oro en mi garganta
porque solo hay espacio en busca de la ola
y no la gruta generosa de la dádiva dorada.
Anidaron mis aves en la espalda de la luna,
en el reino de la sombra,
donde el negro dicta del amor los desatinos.
Las cárceles se abrieron con lima de metales
forjados al calor de mis hogueras
y no hallas el cobijo de mi carne
porque el hueso subsiste en desnudez
y hay vaho en los tejidos que te sienten.

©"Desiderátum", Laura G. Recas
Fotografía: 
"Sendero del Cañón del Añisclo", Jaime G. Recas

No me dejes caer

No me dejes caer,
que estoy cayendo,
aunque la distancia
sea tu escudo
de indiferencia
sin palabras.

No me dejes caer,
que estoy cayendo
hacia la sombra
que tu luz no habita,
lejos de ti,
sin ser yo misma
en la demencia
del recuerdo.

No me dejes caer,
que estoy cayendo
y no pueden mis ojos
en descenso
abandonar el claustro
de tus ojos.

No me dejes caer,
que me desplomo
sin saber si es de sangre
el derrumbe
o solo soy caedura
del telar de tu desaire.
©"Desiderátum", Laura G. Recas
Fotografía: "Estany Tort, refugi de J.M. Blanc", Jaime G. Recas

Tras todas las muertes



No voy a descansar en este empeño
de ser más de ti que de otra cosa,
de sentirte parte de mi todo,
de llamarme con el nombre de tu boca.

Podrá ser que se abotone el horizonte
y no se halle un resquicio para el sol,
o que el piélago del alma malherida
emborrache el destino de mis ojos.

Podrá ser que no haya tierra donde serme
lejos de lo que ya no tendré nunca,
o que las humedades del recuerdo
taponen con la herrumbre mi palabra.

Pero no descansaré mientras te sueñe
en la sinagoga del desvelo,
en el monasterio donde crujen
los pasos detenidos del silencio,
en la mastaba que me guarda
ahora que la vida se me ha muerto.

No descansaré mientras me viva
y me muera y resucite y me reviva
tras todas las muertes que has hablado,
tras todas las muertes que has callado,
tras todas las muertes que me has dado.


©"Desiderátum", Laura G. Recas
Fotografía: "Eclipse lunar en tres fases", NASA

Crisálida

Anduve tras la crisálida
y tejí con las sedas
un capullo hermoso
y amarillo.

Dentro, anidó el musgo,
arrullo de tu piel desde mi tacto,
y la mora que mis dedos
amasaron alimento
para tus labios.

Se deshojaron los años
y el capullo fue morada
de esperas llena.

Cuando a la mansedumbre
de mi carne
le crecieron alas,
transparencias
de verso fulminante,
devoré el vacío
que acunaba al nido
y me desplegué,
mesura en movimiento,
con tiento en oscilación,
para no sucumbir
al refugio devanado.

Vano,
el despertar
se desbarató
bajo el agua de tu voz:
en la gruta de tu beso
se gestó
voluntaria
mi mudanza.
©"La palabra detenida", Laura G. Recas
Fotografía: Llamarada de energía solar magnética
TRACE-NASA

Entre los ojos



Converge la simplicidad entre los ojos
e invade la eternidad pluvial del lagrimal...
para creer sólo en el tacto de la vista,
sin fe en lo etéreo que el verso alarga
con la perfidia de confianzas caducas.

No seré más sentimiento entre las letras,
sino meandro taimado entre calizas
de sinuosidad ardua y caricia curva
que defienda el trecho entre mis ojos
de la cruz albina del embuste.


©"La palabra detenida", Laura G. Recas
Detalle de ©"Mujer con mariposa", 
de José Miguel Ilundain Vilà

Descarte



Descartemos lo trémulo del enroque,
custodiemos la distancia
que entre mis labios y tu boca
hiló una araña desalmada...
Una vez acunada en caja musical
para ser pasto del hambre fetichista,
saciaremos la sed de la memoria,
ese estanque que atranca las gónadas
y atemoriza neuronas despistadas
en el caminar hacia la duna del quizás.

Así sabremos definirnos,
sabremos vivir lo que te encharca
sin el temor pútrido y la duda,
sin el embuste que en raíces apresaba
y nos va hundiendo en el humus
que nutre a las setas venenosas.

©"La palabra detenida", Laura G. Recas
Fotografía: Muscaria, Laura G. Recas

Muerte capital en plena vida



¿Por qué se caen las flores de mis manos
cuando pienso, amor, en tus raíces?

No es dolor clavado a un calendario
lo que llevo en el envés de mi sutura,
es muerte capital en plena vida,
regada con mis venas, insurgente,
ubérrima, feraz, llena de brotes,
muerte de fecunda amanecida,
que habita en el embozo de tu ayer
y alimenta mi boca cada día.


©"La palabra detenida", Laura G. Recas
Fotografía: Laura G. Recas


Decapítame


Decapítame,
dame la ortiga,
devórame el espacio
en el que muero…
Despieza
cada parte de mi cuerpo,
cúbreme de cal,
dame salitre
y fía a la intemperie
mi semblante.

Seré pasto de los lobos,
arena en la ventisca,
seré aurora
tapizada de tormenta,
tierra agostada,
cecina enjuta…
Seré lo que tú quieras
que yo sea:
sólo un verso de ayer,
una jactancia,
un buen poema.
©"La palabra detenida", Laura Gómez Recas
©"Marioneta", José Miguel Ilundain Vilà

La yema

La yema, mi núcleo,
se inclina al amarillo
en litigio de corolas
con la turgencia del beso,
que se escancia lentamente
desde la lengua al limón.

La lluvia, mi contexto,
torna blanco al azafrán
que revolotea sin tregua
entre los dedos que indagan
las honduras del granate.

Y en la cúspide del limo,
acumulado en la piel,
se rebela la saliva
y entabla tirabuzones
para erguir al tulipán,
sonrosado bucle de a pie,
que se derrama a granel
entre el núcleo y el contexto.

Laura Gómez Recas