Danza sobre un poema

A Estela, a Eloy y a Elías.

El vuelo de un ave migratoria
gira sobre la tarima del tiempo,
aletea...
y el terral surge a espirales,
zambullidas en el aire que respiro.

Hay una nota nacida en la guitarra
en un rincón del teatro improvisado,
escenario donde juega la poesía
a ser nube de lluvia que desborda.

Hay una voz, en llamas, de varón
que incendia sin fuego la ternura,
una voz que cruje entre las vigas
y rebasa, masculina, los umbrales.

Hay un poeta que, ausente, está presente
y una magia que mata la madera
a taconazos de enjambres presentidos,
salpica con el alma las paredes
y sella el zaguán de la palabra.

La danza de su cuerpo es un poema
de brazos y raíces sobre el torso,
del rizo de su pelo ensortijado
marcando en cada paso un hemistiquio:
de siete en siete, va rimando;
de palma en palma, va llorando;
de giro en giro, enamorando.

Laura G. Recas
Fotografía: "La Lobera de Gredos"
A. Fernangómez

Metáforas contra el fuego inútil


¿Por qué me das calor
si una llama verde me alumbra?
¿Por qué esa voracidad herbívora
codicia las leñosas lindes de mi ser?
¿Por qué la idolatría a la vileza
apacigua tu abdomen
y sacia al dios de la inconsciencia?
¿Por qué veneras al amo y señor de la cerilla
y no enjuagas tu aliento con la lluvia?

Entre las nervudas hojas y los musgos,
entre las flores, las bayas, los esquejes,
entre los tallos que fondean bajo tierra,
aspirando humedades y silencios,
hay una inmóvil presencia que te tiembla,
y que acusa al canalla que te atiza.

A Javier Heras, poeta y profesor